lunes, 9 de mayo de 2011

Marcos Incomparables I: "Cazalla de la Sierra"

Bajo este título hemos querido englobar una serie de actividades realizadas por el profesorado masculino del centro y que han tenido la naturaleza como escenario.
“¡Qué marco tan incomparable!” Ésta, que fue la expresión de uno de los profesores ante la contemplación de uno de los parajes visitados, ha dado lugar a que el título de este artículo quede así acuñado para dar nombre a todas las actividades de este tipo que en el futuro se realicen.
La idea que en un principio motivó la realización de dichas actividades fue la de encontrar espacios naturales donde poder programar excursiones con los alumnos (especialmente con los de Secundaria) como alternativa a aquellas otras de carácter cultural que, de ordinario, se vienen realizando.
Aunque, ¡cómo no aplicar también ese carácter cultural a todo lo que encierra un espacio natural! Si nos admiran las obras de arte que en la pintura, la escultura, la arquitectura y los distintos campos de las letras y las ciencias ha sido capaz de crear el ingenio del hombre, ¡cómo no admirarse de esta obra de arte creada por la mano de Dios! Porque, ciertamente, en la naturaleza hay como un eco de la presencia de Dios.
Por una lado, ¡cómo no quedar admirados ante tanta belleza: desde la majestuosidad de las cumbres de las altas cordilleras, hasta la delicadeza de las florecillas nacidas en recónditos parajes, pasando por la sensación de paz que inspira el correr del agua, clara y cantarina, entre los árboles de un bosque-galería…¡Sí, ciertamente, es como si Dios hubiera querido admirarnos, provocar que el hombre se enamore de Él ante la grandeza de tantas obras hechas en favor suyo.
Pero hay aún un eco más profundo de esta presencia de Dios en la naturaleza. Si nos fijamos bien, todo en la naturaleza muere y resucita, ningún ser existe sólo en función de sí mismo sino, a la vez, para dar vida a otro. ¡Es como si en su ADN, en su código genético, Dios hubiera querido dejar inscrito la resurrección de Cristo, la obra de arte por excelencia de la que el hombre no está sólo llamado a admirarse sino, más aún, a vivir de ella y para ella: la belleza del amor de Dios.
¡Cuántas obras de arte salidas de la mente y la mano del hombre han sido inspiradas por este amor! ¡Cuántas otras, por mucho que nos admiren, y aún no habiendo seguido dicha inspiración, no dejan de ser una simple y mala copia de un original que tienen a Dios por autor!
Los judíos utilizan una especie de cuentos, llamados midrash para apoyar la transmisión de la fe a sus hijos. En uno de ellos se cuenta más o menos lo que sigue:
¿Por qué Dios  preguntan - cuando creó el mundo, formó al hombre en el último lugar? Y explican: “Para que cuando el hombre, engañado por sus logros, cediera ante la tentación de querer ocupar el lugar de Dios, pudiese caer en la cuenta de que, aún la insignificante mosca, fue creada antes que él.”
Esta humildad, que el hombre ha de aprender, está también inscrita en todos los seres de la naturaleza. Humildad que lleva a la obediencia: Todos, en efecto, están haciendo aquello para lo que fueron creados, aquello que constituye su esencia, su ser más profundo. ¿Y el hombre? ¿Cuál es su esencia, su ser más profundo, aquello para lo que fue creado?“…a imagen de Dios lo creó.”(Gn 1,27) La imagen de Dios es el Amor. Esta es nuestra esencia, ésta la vocación a la que hemos sido llamados: realizarnos en este Amor.

Manuel Pozo
Jefe de Estudios

 





















1 comentarios:

Y aquí nació todo...
 

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